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diciembre 6, 2022 por Alexis Rodríguez

Un lunes para recordar

Un lunes para recordar
diciembre 6, 2022 por Alexis Rodríguez

Este artículo podría ser una apología del libre ejercicio de la imaginación, ya que describiré una serie de acontecimientos que revelan la necesidad de librar a la fantasía de todo género de ataduras. Es decir, el relato de los hechos que compone este texto mostrará al lector diferentes razones por las que fomentar la imaginación es útil, saludable y capaz de otorgar dignidad, libertad y belleza a cualquier vida.

Recuérdese que hace muchos años atrás los poetas románticos o los militantes del surrealismo apostaron por dar rienda suelta a la imaginación. Consideraron que el uso irresponsable del delirio era una manera de protestar contra el asfixiante racionalismo, los procedimientos desapegados de la ciencia y todos los dogmas absurdos que obligan a imaginar el mundo de una sola, única y aburrida forma. Estos artistas quisieron expresar con su arte cada fragmento de su profunda, compleja y contradictoria alma. Así que debían dejar a la imaginación a su aire, permitirle volar en libertad.

Cuarto día del Festival

El narrador Andrés Novoa relató, a modo de celebración de su vigésimo quinto año en el Festival del Cuento de Los Silos, una historia autobiográfica sobre el origen de su pasión por la literatura. En ella contó que un día, de pequeño, pensó que si no lograba el beso de una chica, se lo inventaría y transformaría en ficción literaria. Así que empezó a imaginarse cómo sería acariciarla, sentir sus ojos tan próximos a los suyos o el silencio de su boca. Al final, imaginando cada detalle, sintió que vivía aquello que la vida le negaba. Por lo tanto, aquí la imaginación sirvió de consuelo.

Sin embargo, Novoa también describió el día que su madre le regaló una libreta para expresar su odio y empezó a imaginar, con una alegría demoníaca, la destrucción de su colegio. El hecho de plasmar su asco sobre el papel logró un efecto catártico y le permitió aliviar sus resentimientos de adolescente. En consecuencia, la imaginación permite expresar, vomitar, el lado doloroso, triste o destructivo de cada ser. Así que imaginar es catarsis, reconocimiento de nuestra sombra y sanación.

Por otro lado, la artista costarricense Evelyn Poveda, que compartió escenario con Novoa e hizo cantar a todo el público, narró la historia de un tal Señor Sonrisas que curaba la amargura de los dragones. Una historia de seres irreales, inverosímiles y fantásticos. ¿Pero quién no se ha sentido como un dragón enfurruñado alguna vez o un señor Sonrisas que solo se encuentra con caras largas…?

En este caso, los personajes ficticios de nuestra imaginación (monstruos, hadas, dragones, ninfas, dioses o ballenas de dimensiones sobrenaturales) son representaciones de estados anímicos específicamente humanos y que nos permiten comprender con claridad la riqueza, variedad y complejidad de nuestras emociones. Así que podríamos afirmar que la imaginación da cuerpo y nombre a nuestros sentimientos. De repente, la amargura tiene rostro de dragón y la alegría es un señorito al que sus padres bautizaron como Sonrisas.

Juventud, divino tesoro

Hay una etapa vital en la que la imaginación es el pan de cada día. Uno se enamora por primera vez y cree, supersticioso y acobardado, que una tardecita de tormenta es un presagio del desamor o sale del cine como nuevo, andando y gesticulando como el mismísimo Batman o Sherlock Holmes. Es una época en la que uno no cesa de fantasear con quién demonios será en un futuro: yo seré médico, yo actriz, yo peluquero, yo astronauta, yo ingeniera, yo como mi mamá, yo no sé, yo solo quiero viajar, enamorarme y vivir eternamente con el amor de mi vida frente al mar.

Y cuando nadie divaga sobre su porvenir, alguien propone a sus amigos jugar a que son espías, piratas del Caribe, presentadores de televisión o seres con poderes mágicos como la invisibilidad, la súpermegaultrarapidez o la hiperfuerza.

Nunca había descanso para la imaginación y cada objeto, cada hoja deshilachada y muerta y cada puerta cerrada con fechillo eran un enigma y cada niño manoseaba con curiosidad esa hoja dura, crujiente y seca y nadie podía dejar de pensar con qué clase de habitación habrá tras esa maldita puerta.

Pero luego uno ingresa en la vida adulta y todas las hojas parecen idénticas (o verdes o marrones; o vivas o muertas) y cada puerta cerrada una entrada a la insignificante habitación de otra fatigosa y predecible vida humana del montón.

Los jóvenes talentos

En la pasada jornada del Festival también se celebró el evento Nuevas voces, en el que jóvenes artistas de la comarca narraron historias y tocaron música. Nos contaron cuentos sobre disparatados viajes en el tiempo, las locuras propias del amor, el viaje de una chica que huye a refugiarse de no se sabe qué a la montaña o el célebre cuento del niño que grita «¡El rey está desnudo!».

Estos cuatro jóvenes demostraron una genuina pasión por el arte y la posesión de una imaginación ilimitada. Da la impresión de que la juventud y la imaginación están entrelazadas y que, en la adolescencia, la fantasía corretea con más libertad y exuberancia que en otras edades. La imaginación es indicio de juventud y, por lo tanto, de salud.

En conclusión, en este periodo de pancartas catastrofistas y de mensajes pesimistas nos queda el consuelo o el alivio de saber que hay jóvenes soñadores dispuestos a jugar a ser piratas, poetas, músicos o dioses de otros mundos que querríamos habitar.

Y si algún día la mala suerte o el destino hiciera desaparecer a todos los narradores del planeta, habría (siguiendo el ejemplo de Andrés Novoa) que agarrar un papel, imaginar un poco e inventarlos otra vez…

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