El Festival Internacional del Cuento de Los Silos celebró este viernes una nueva jornada de actividades culturales. Los asistentes pudieron disfrutar de una exposición de arte contemporáneo, de una segunda representación de Las gracias mohosas o del espectáculo Urdimbre del narrador Pedro Mario López. Aunque, entre todos los eventos que marcaron el día de ayer, destacan la inauguración de la XXVI edición del certamen de narración oral y una novedosa actuación de los contadores Pampa Madrigal y Juan Madrigal dedicada a los trabajadores de una de las plataneras del municipio.
Esta última actividad fue como el primer festejo literario del día. Los narradores costarricenses, padre e hijo, relataron a los empleados un conjunto de cuentos de la escritora latinoamericana Carmen Lira que provocaron risas, bailes, palmas, bromas o tarareos de alegría. Un espectáculo que, cumpliendo con las medidas sanitarias pertinentes, puso en pie a todo el público a las 11 de la mañana.

Al llegar la tarde, tuvo lugar la inauguración de la XXVI edición del Festival del Cuento en el auditorio Alfonso García Ramos. Un acto que corrió a cargo del célebre novelista colombiano Héctor Abad Faciolince, que advirtió que no iba a pronunciar un discurso, sino un compendio de divagaciones cuya idea central fue la cultura como recurso para distanciarnos de ese irremediable destino que espera silencioso a todos los seres: la muerte. «Creo que los cuentos sirven para distraernos, ante todo, de la muerte, para alejarla, para que ella no nos vea y para que, si nos ve, no nos quiera matar», explicó el literato.
Asimismo, relató que en 2020 recibió una invitación de Ernesto Rodríguez Abad para acudir a «este festival que celebra y exalta el don de saber contar y oír», pero la pandemia le impidió ese viaje a Los Silos. Al igual que le desbarató la escritura de una de sus novelas, que defendía el oficio del periodismo, sobre la historia del diario El Espectador.

El autor latinoamericano compartió con el auditorio multitud de ideas, asuntos de los más diversos. Habló de las razones por las que se convirtió en escritor, de la admiración hacia el don de cantar, narrar o bailar, de su genuino interés por las historias que esconde cada ser humano, del mar, de su madre, de Kipling y su particular batalla contra la muerte o del valor terapéutico del arte y la cultura. Tras declarar que su intervención carecía de final y prometer un discurso con desenlace para otra ocasión, el auditorio prorrumpió en aplausos.
La ceremonia inaugural concluyó con un número musical del Coro Juvenil de la Escuela Comarcal de Música Daute-Isla Baja, bajo la dirección de Beatriz Rodríguez y Rosmén Rodríguez acompañando con el piano.
La jornada del viernes prosiguió con la representación de Las gracias mohosas, una adaptación de la obra de Feliciana Enríquez de Guzmán, poeta española del Siglo de Oro. Una pieza teatral de la Escuela de Espectadores Teatrosilos que se llevó a escena por segunda vez (la anterior fue el pasado 27 de noviembre) en el patio del antiguo convento de San Sebastián.
La exposición de arte contemporáneo El norte no existe de Lucía Dorta también volvió a abrir sus puertas. Una reivindicación de la periferia y que explora el habitar del entorno rural.
Por último, el narrador cubano-colombiano Pedro Mario López presentó su espectáculo Urdimbres. Una propuesta en la que relató con humor, ironía y compasión historias sobre la profunda naturaleza humana. Temas como el desarraigo, la muerte, los sueños o las maravillas del lenguaje cotidiano protagonizaron esta última actuación del día que provocó risas y quizá alguna que otra reflexión.